MI PARAÍSO...

MI PARAÍSO...
Es ese lugar para soñar...al atardecer, viendo las puesta de sol en las largas y cálidas tardes de verano, a la sombra de la parra, degustando lo que cada uno quiera. Relajados sobre una mullida manta extendida sobre la yerba. En las cómodas tumbonas y hamaca, a la luz de las velas, con buena música, o escuchando el silencio, o los sonidos de la naturaleza. DISFRUTANDO.

miércoles, 8 de julio de 2015

ELLA





   Situada en el centro de las crestas calizas de Solapenalba, está ELLA; cual hada o xana que emergiendo del majestuoso hayedo del Coto de la Buena Madre, se deja ver cada atardecer, cuando la luz del ocaso deja entrever la silueta de su torso, mostrando así su perfil izquierdo, con la melena recogida por un pañuelo anudado sobre su cabeza, y, colgando ambos sobre la roca.
   Sentada en esa arista, parece mirar a Gúa, y, a las magníficas piedras de cantería que en el pasado sostuvieron el Monasterio de Las Bernardas, y que hoy,  aparecen desperdigadas por todas las casas del pueblo. La ubicación inicial de ese Monasterio fue aquí, en el Coto, próximo al puente de San Miguel, lugar desde el que se trasladó a Gúa. Allí estuvo hasta el siglo XII, cuando, tras arrastrar una vida lánguida y decadente (hay que recordar que su Abadesa Dª Inés de Miranda, era doblemente MADRE, pues además de Madre Superiora en el Monasterio, tenía 3 hijos, fruto de una tormentosa relación con D. Alfonso López de Tineo. Nada  extraña pues la vida del Monasterio) se clausuró, para ser trasladado a Vega de Espinareda en León, primero, y, posteriormente a Avilés.
   Que esa figura femenina, asome justo ahí, entre Gúa y El Coto, con cada puesta de sol, es  curioso y llamativo, para quienes conocemos esa pequeña parte de nuestro pasado, de nuestra historia. Cuando  ELLA no quiere ser vista, se oculta bajo sus 2 mantos: el blanco de la niebla, y el negro de la noche.
   Los padres de Dª Inés se negaron a consentir el matrimonio de su hija, comprándole el cargo de Abadesa en el Monasterio, lugar en el que ella vivió con sus 3 hijos. Tras su cierre y traslado, a Dª Inés de Miranda, la compensaron generosamente con las propiedades que el Monasterio tenía en El Coto para que criase a sus hijos (lo que hoy es Pola, la capital del  concejo, en el pasado eran 2 pueblos: San Pedro y Pola, pertenecientes los 2 junto a Urria, El Valle y El Coto, a la parroquia de San Miguel, en El Coto; era la parroquia más rica de Somiedo). Desconozco el lugar exacto en el que vivió Dª Inés en Somiedo, aunque es fácil deducir que haya sido aquí, en El Coto, pues desde entonces el pueblo pasó de llamarse El Coto, a ser, El Coto de la Buena Madre. Gracias por regalarnos el nombre más bonito del mundo.
    Se sabe que su hija se casó en Cangas del Narcea, lugar en el que Dª Inés vivió sus últimos días, y, que sus dos hijos varones quedaron en Somiedo. Uno de ellos en El Palacio, donde el apellido Flórez  estuvo ahí hasta hace relativamente poco tiempo.
    Un día buscaré a los descendientes de Dª Inés en Cangas del Narcea. Allí todavía hay muchos con el apellido Flórez.

   El otro aquí, en El Coto. El de El Coto pudo vivir en la casa de Robledo, hoy en ruinas, pues se sabe que el propietario de la misma, lo era también de todos los terrenos desde el pueblo  hasta el puente de San Miguel. De esa casa vinieron mis antepasados a la casa en la que vivo hoy, en el año 1851. El apellido Flórez, se conservó en mi familia hasta una de mis bisabuelas, Mª Antonia Álvarez Flórez, nacida en 1854. La casa, dicen las escrituras, era la mejor casa del pueblo, y la de mejor cimentación, la venden las hermanas Argüelles Miranda : Rosalía, de Begega, Genara, de San Martín de Luiña, y Vicenta, de Almurfe (del Palacio), a mis tatarabuelos: Isabel Álvarez Cienfuegos y Lázaro Flórez.
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lunes, 6 de julio de 2015

DE USA A SOMIEDO

   Recién llegados de California y casi sin tiempo para descansar del viaje, el pasado día 5, mis amigos Diana y Armand, participaban en la cuarta edición de La Batallona.
   Habituados a correr, él sobre asfalto, y ella por montes sin piedras, en las colinas de San Francisco, terminaron la carrera como si fuese un paseo, sin mostrar signo alguno de cansancio.



http://www.labatallona.com/



   Debido a la diferencia  horaria y al breve tiempo que duró la inscripción para Asturias, no pudieron participar con la camiseta azul, y, corrieron acompañando al equipo leonés (Como por arte de magia, 2 camisetas azules llegaron a sus manos en otoño, y poco después Armand participaba en la maratón de San Francisco con una de esas camisetas, y a la vez promocionando  Somiedo y la Batallona en USA. En enero corría con esa misma camiseta azul en Hawai, haciendo podio; dice que la camiseta le da suerte) Me alegro por ello. 
   Apenas tres días en Asturias, y 48 horas de vuelos, trasbordos y esperas en los aeropuertos, que, en su opinión valieron la pena, para venir a Somiedo y participar en La Batallona.
   Prometieron volver para conocer Somiedo con calma; pueblo a pueblo; braña a braña; ruta a ruta.
   Toda mi gratitud  por haber venido, y mi enhorabuena por haber conseguido lo que para muchos de nosotros es un imposible, correr esos 23 km. Ellos y su fuerza demuestran, que si se quiere, se puede.
  A pesar de despropósitos como el cambio de una señal en Camayor, obligando a algunos participantes a desviar el recorrido y correr 3 km más. 
   Una vez más, comprobé el civismo  y respeto al medio ambiente de los corredores, cuando muchos de ellos me daban la botella de agua que habían cogido en el anterior avituallamiento; corriendo desde El Valle al Coto, con la botella vacía en la mano. Pequeños, y a la vez grandes y significativos gestos.